lunes, 20 de septiembre de 2010

Se cruzaron muchas veces antes de sentirse por primera vez. Sus ojos no estaban destinados a cruzarse, en una ocasión hasta se tropezaron, perdona. No, no pasa nada. Sonrieron. No se vieron.

Ella era trapecista. El circo le gustaba mucho aunque ya empezaba a cansarse. Tanta energía, tanta carretera, tanto ejercicio, tanto esfuerzo y no tenía casa. Su casa era el suelo que pisaba, no tenía hogar. Tiempo después entendería que eso no tenía la más mínima importancia, y hasta debajo de un puente ella podría ser feliz.
Pero eso sería mucho tiempo después. Era una chica maravillosa, guapa, simpática, dicharachera, de lágrima fácil.
Creía en el amor.

Él era camionero, llevaba catorce mudanzas en el cuerpo. Catorce hogares. Un luchador, un guerrero. Un loco. No le tenía miedo a nada, duro como las piedras. Siempre en la carretera, siempre moviéndose. Creía en el amor.

Mucho sueño, algo de alcohol y se cruzaron sus destinos. Casi muere ella, dio con la cabeza en el retrovisor, él sin embargo salió ileso, apenas un par de rasguños. Se vieron.
Él no sabía qué hacer, el coche empezaba a arder, tenía que sacarla de allí, no tenía tiempo de llamar a una ambulancia. Rompió el cristal de una patada, consiguió abrir la portezuela, la sacó de allí con mucho cuidado, con esfuerzo, era una chica grande, una chica rellenita. Tenía un cuerpazo impresionante.

La tumbó con mucho cuidado en el arcén, seguía insconciente. Llamó a la ambulancia, muy alterado, no se explicaba que todavía no hubiera aparecido nadie, ni un coche por allí, en su vida había sentido tanta angustia, estaría muerta? Le tomó el pulso, no, todavía vivía. Su piel era la de una niña, tan suave. Y olía muy bien, aún con toda esa sangre.
El ambulancia tardé más de media hora en llegar, llegó y se la llevó en un segundo, él decidió acompañarla, dejó el camión donde estaba, ya lo retiraría una grúa.

Cuando Mariela recuperó la consciencia era noche cerrada. Como pudo se incorporó. Una enfermera de aspecto cansado entró en la habitación.
-Vaya, por fin te has despertado...¿cómo te encuentras?
- Bien, ¿qué me ha pasado?
- Tuvistes un accidente, un camión arrolló tu coche, pero estás bien. No te ha pasado nada, te han examinado y parece ser que no tienes nada. Te dieron un sedante, porque te despertastes muy excitada, estabas muy nerviosa, no parabas de chillar...no lo recuerdas?
- No recuerdo absolutamente nada.

No recordaba absolutamente nada. Una corriente de angustia empezó a apoderarse de ella..¿quién era ella? Le empezó a faltar el aire.

Agustina llamó corriendo al doctor, y otra vez la sedaron.

-Parece ser un caso de amnesia grave, Agustina, es mejor tranquilizarla hasta que empiece a asimilarlo todo. Parece ser que sufre de algún trastorno que le impide recordar.
- Ramón, si la dormimos cada vez que despierta...pobre niña.

Macarías estaba cada vez más nervioso. Al no ser familiar de ella no le daban ningún tipo de información, se sentía completamente impotente, era responsable directo de la suerte que correría esa chica. Pero estaba fuera.

Mientras Nacho vivía un proceso similar...hacía poco que había empezado a salir con Mariela. Se debatía entre llamarla o no llamarla, había faltado a la función de la noche y eso no era propio de ella, no entendía nada, ¿habría tenido un accidente?
No, de todo lo malo se entera uno, se decía una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez, dios, estaba perdiendo la cabeza. Estaba perdiendo la cabeza con esa chica desde que la conoció...le encantaba esa sonrisa de bicho que ponía, tan tonta Mariela.

Otra vez despertó Mariela, pero esta vez recordó que ya había despertado antes. También recordó la caricia...pero aunque se sintió inmediatamente reconfortada no podía recordar de quién procedía... Por fin podía recordar algo, aunque fuera un hecho mínimo. Pidió ver a Agustina, era la única persona que le resultaba familiar!...pero Agustina había terminado el turno. Pidió su bolso y sus cosas, dentro con suerte habría un móvil. Alguien le dijo que un chico esperaba fuera, el que colisionó con su coche.
- ¡No quiero ver a ese desgraciado!
- Puede que te sirva de ayuda, Mariela, te puede decir dónde estabas..
- No! Me niego...Ha arruinado mi vida.
Empezó a llorar, ya no podía más, era un desconsuelo, estaba perdida.

Eran las tres de la tarde cuando Nacho recibió la llamada, le llamaban del hospital, ¿conocía por casualidad a una chica que se llamara Mariela?

Años después ninguno de los dos, ni Mariela ni Macarías, habían olvidado el tacto de ese precioso instante que se desató en el caos. No hubo te quieros, no hubo besos, no tuvieron otra opción que mirar desde el presente un momento precioso y lejano. Precioso y posible.

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