Mariela nació para ser trapecista. Siempre a punto de caer, tremendamente torpe, tremendamente ágil. Dual siempre.
Al principio le encantaba el circo. Le encantaba pasar una noche en un lugar y otra en otro. Además le encantaba la noche, conducir, en plena madrugada, el silencio.
Le gustaba el silencio a Mariela, aún siendo tan ruidosa y parlanchina. El silencio compartido mucho más.
Pues era muy pasional, emocional, aunque eso ya lo sabíamos, creía en el amor. Y solo después del sudor y la tontería Mariela estaba en paz, y todo iba bien. El efecto le duraba tan solo unas horas, así que, para hacer feliz a Mariela había que hacerle el amor muchísimo. Era básica, física, carnal.
A veces muy penosilla, a veces muy divertida. Un lío, un verdadero lío. No te aburrías con ella.
-Pero, abuela, ¿Mariela existió? Es un cuento muy largo.
-¿No me habías dicho que te contara un cuento?
- Sí.
- Pues eso estoy haciendo. Chiquita, se te están cerrando los ojos. Dulces sueños.
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