viernes, 9 de marzo de 2007

El destino

Cada mañana se despertaba llorando. No lo soportaba más , no soportaba su forma de besarla, su manía de no dejarla leer en la cama tranquilamente, su manía de quererla tanto. No íban bien las cosas. Si bien en un principio lo tomaba como algo natural el hecho de desear a otros chicos últimamente le estaba martirizando, todos le gustaban y con todos quería echar un polvo, con todos. Daba igual que fuera el panedero, el compañero de curro o su profesor de teatro. Sentía ese arranque que te nace en el pecho y esas ganas de besar, con todos menos con él. Cuando follaban era horrible, ella fingía un orgasmo contrayendo su vagina, y le decía cosas guarras tan sólo para que se corriera más rápido, cuanto antes mejor. Era una puta que se vendía por pena.
Y cada mañana se despertaba llorando. Era infeliz. Vivía en una casa de ensueño, y cuando se tomaba el café en la terraza los días soleados veía el mar, y le daban ganas de ser pez o sirena para sumergirse en las profundidades y no volver jamás, desaparecer...irse sin dar más explicaciones, sin lamentaciones, ni escenitas , ni lágrimas, ni reproches. Sin más.
Le ofrecieron un ascenso. De buenas a primeras la empresa le invitaba a cambiar su ciudad y su puesto por otro mejor en otro lugar. No podía caber en sí de gozo y tenía prisa porque llegara la noche y contárselo a él. Dios santo. Se acabó, pensó. Se acabó. Podría hacer con su vida lo que quisiera, quedarse hasta las tantas, quedarse a sólas virgen santa. Quedarse a sólas.
Cuando llegó la noche no preparó la cena. Se quedó en el sofá y él no llegaba. Dieron las diez, dieron las once y él seguía sin llegar ni coger el teléfono. No lo entendía. Rara vez salía con sus compañeros...casi siempre para ello ella tenía que insistir de hecho, todo era ella. Todo.
Terminó quedándose dormida cuando sonó el teléfono. Eran las dos de la mañana. La llamada provenía del hospital. Él había tenido un accidente, ella se precipitó hacia la puerta. Llegó al hospital. Él se había matado.
Ella quería quedarse a sólas pero no a costa de su alma. Fue la peor noticia, las lágrimas no salían de sus ojos pero una profunda presión le taladraba el pecho. No podía ser. ¿A quién cuidaría ella a partir de ahora?.
Se quedó dormida de agotamiento. Al día siguiente todavía no le salían las lágrimas y decidió ser mar, ser sirena, ser pez, sin dar explicaciones, sin réproches. Sin más.

Halló su cuerpo un pescador al día siguiente. Volvían a estar juntos, era el destino.



5 comentarios:

bettyylavida dijo...

Joder, qué cuentito más macabro me ha salido...

j4ur14 dijo...

que triste... realmente, penoso que duele imaginarlo.

Saludos :)

bettyylavida dijo...

Saludos y bienvenido

El Bosco dijo...

Sí que es triste , Betty.
Besitos, mi linda. ¿Está usted fenomenal?. Claro que sí, nada que ver con el cuentito.
Besos

bettyylavida dijo...

Manuela!!!, cuánto tiempo, sí, estoy muy bien, guapa! Muchas gracias por pasarte