viernes, 16 de febrero de 2007

érase...

la historia de un niño que soñaba con hacerse mayor. Cada día tachaba un día en el calendario y cada día era un poquito más feliz.
La verdad es que no disfrutaba su infancia, no le gustaba tener tantas dudas y cuando veía a alguien adulto disfrutaba observándolo, había veces que veía a mujeres embarazadas tirando de un niño de su misma edad, otras en que disfrutaba observando a una pareja de enamorados y otras observando a un grupo de viejitos jugar a los dados. Todos parecían saber lo que hacían, se veían decididos, y ese saber le gustaba.
No entendía por qué la gente solía decir que la infancia era la época donde más feliz se era. Él no era feliz. No tenía madre ni padre, y su abuelito apenas le hacía caso. Le dejaba comida preparada, sí, eso no le faltaba desde luego...pero nada más. Nunca le dio un beso y mucho menos un abrazo..y alguna vez le pegó, cuando le veía llorar. Le decía que llorar era de niños y de cobardes y que no se lo permitiría mientras viviera en esa casa.
Por eso el niño quería ser mayor, quería poder llorar, quería dar un abrazo. Porque no podía. Cada vez que sentía deseos de abrazar a alguno de sus amigos, de sus felices amigos, le venía la voz y el recuerdo de su abuelo.
Sí podía darle un beso a una chica, eso sí, pero no era ese tipo de cariño el que andaba buscando, y siempre pensaba que para poder amar a alguna chica primero debería empezar aprendiendo a amar, amar a secas.
Así que íba tachando los días, día tras día, mes a mes, hasta que llegó a los dieciocho, cogió su maleta y el poco dinero que había ahorrado y se plantó en la estación de tren. Compró el primer billete, con destino Valladolid, y allí se plantó.
Lo primero que tenía que hacer era obviamente buscar trabajo, para poder costearse un sitio para vivir, ya que no tenía dinero y las primeras noches tendría que dormir en la calle, donde si no. Pero no quería un trabajo cualquiera, porque quería tener una casa cálida y acogedora, así que se planteó estudiar mientras trabajaba. Así empezó a estudiar un curso de técnico informático, le llamaban mucho la atención los ordenadores y pensó que sería fácil. Encontró así mismo un trabajo a tiempo parcial para friegaplatos.
La verdad que nunca pensó que ser adulto era tannnnn cansado. Se levantaba a las cinco de la mañana, pues tenía que coger dos autobuses para llegar a tiempo a su empleo, y cuando salía a eso de las tres apenas tenía tiempo de comer (pues en su trabajo no se lo permitían) y de salir pitando a la academia a dar más horas y más horas.
Conoció a gente, pero como íba tan apretado nunca pudo quedar con nadie, ya que apenas tenía tiempo para sí mismo. Además manejar los ordenadores no era cosa tan fácil como él pensaba, y le requería más y más horas en su casa. Quería ser el mejor porque quería tenerlo todo.
Y así fue pasando el tiempo, y consiguió una casa, consiguió un empleo mejor y terminó sus estudios. Empezó a ascender en el trabajo, se compró su primer coche y siguió estudiando masters y demás cursos.
Y se le olvidó.
Se le olvidó llorar.
Y se le olvidó ser feliz.
Se le olvidó la curiosidad, se le olvidaron sus sueños, se le olvidó el amor y así fue como su vida transcurrió en la más horrenda de las existencias.


*escribo este relato mientras me tomo una cerveza, en una noche espléndida, pensando en tí) noto como mi cuerpo se deja llevar por la sedación ya que no ceno, se abandona y está ahí, indefenso, relajado y caliente

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