Vuelve la poesía en la fiebre, en la duda, en el no eterno,
no insinúes que no te enseñé el mar y este no te convenció,
no insinúes que esta mujer te pidió algo que no fuera carne y tontería,
no que la rabia y la ira me arrastrará al desconcierto
y el caos en el que debo andar quizás se vuelva orden,
quizás la justicia sea negra y gris pero quizás sea el presente justo,
justo.
Justo y monótono, justo y sucesivamente inútil.
Que esta mujer no puede seguir llenándose de lágrimas,
que se agria y ella solo quiere gozar
y su piel se quema con la sal,
y su alma se pierde en la espera.
Y ahora no sé dónde estoy.
El mar debe estar cerca.
Y desde muy lejos, lejos de tí, lejos de mí, nada está bien.
Y el adiós llegó.
La sonrisa no será posible. Ahora solo vacío y desesperanza, cuando nunca hubo una posibilidad. Yo creía que iba a ser feliz contigo.
Aquí abajo no se ve el sol.
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